La madera y sus derivados están compuestos principalmente por celulosa y lignina, los cuales a su vez se componen de carbono, hidrógeno y oxígeno, elementos responsables de su combustión.
Sin embargo, la madera no arde tan fácilmente como a priori podríamos pensar. Para que la madera entre en combustión necesita una temperatura superficial superior a 300 ºC en un plazo de tiempo corto o medio y superior a 400 ºC en el caso de ausencia de llama. Por otro lado, la madera posee una gran ventaja en caso de incendio, ya que es un material con una gran capacidad de aislamiento térmico.
La madera expuesta en un incendio presenta un comportamiento estructural muy favorable debido a la formación de tres zonas diferenciadas en la pieza afectada por el fuego:
1. Zona carbonizada: Producida por una combustión inicial y rápida de la superficie de la madera. Esta madera quemada ha perdido su capacidad resistente y actúa como aislante, (6 veces más que la propia madera).
2. Zona de pirólisis: Por debajo de la zona carbonizada en la que las propiedades de la madera se ven afectadas por el efecto de la temperatura.
3. Zona intacta: Se encuentra por debajo de la pirólisis y es la parte de madera no afectada por el fuego ni por las elevadas temperaturas y por tanto, sin alterar sus propiedades resistentes.